Una descomposición del “milagro” kirchnerista

Esta nota contiene únicamente mis opiniones personales. De ninguna manera representan la opinión oficial de la institución en donde trabajo.

Aun dudando de las estadísticas oficiales, el crecimiento económico argentino desde 2002 en adelante ha sido, sin dudas, asombroso. ¿Nos encontramos frente a un “efecto rebote,” como sugirió Andy Neumeyer acá, o estamos ante algo más duradero y el “modelo” ha sido un éxito?

Para dar una primera respuesta a esta pregunta, en esta entrada voy a descomponer el incremento del ingreso por habitante  usando un ejercicio de contabilidad de crecimiento. Este ejercicio nos permitirá descomponer el crecimiento en Argentina en función de los cambios en los insumos básicos de producción (capital y trabajo) y de la productividad agregada. Además, este ejercicio nos permitirá generar algunas conjeturas sobre la razones detrás del crecimiento reciente y en qué medida podemos esperar que sea permanente.

La idea básica de la contabilidad de crecimiento es sencilla: pensamos al ingreso por persona de un país (PBI per cápita real) como una función de ciertos insumos de producción y del nivel de eficiencia con que se usan dichos insumos. Típicamente, los insumos de producción son los servicios brindados por el stock de capital y mano de obra agregados. Algunos argumentos teóricos y evidencia empírica nos han llevado a usar una variante de la función de producción ideada por Charles Cobb y Paul Douglas hace más de ochenta años. Esta relación funcional postula que el PBI per cápita se puede escribir como

Y = A *  K^b *  L^(1-b),

donde el símbolo “^” significa “elevado a la potencia de,” “Y” es PBI per cápita, “K” son los servicios brindados por el stock de capital per cápita, “L” son los servicios brindados por la mano de obra per cápita, “A” es el nivel de productividad agregado o Productividad Total de los Factores (PTF), y “b” es un número entre cero y uno.

Para medir la contribución de los factores de producción y de PTF al crecimiento, sigo a Hayashi y Prescott (2002) y, manipulando la función de producción, obtengo

dY = dL  + (b/(1-b)) * d(K/Y)  + ( 1/(1-b) ) * dA,

donde dX es la tasa de crecimiento de una variable arbitraria X. Ésta ecuación nos dice que el crecimiento del PBI por persona (dY) se puede descomponer entre el crecimiento de la mano de obra (dL), el crecimiento del stock de capital como proporción del producto (d(K/Y) ) o el crecimiento de PTF (dA).[1]

Esta fórmula nos dice que el PBI per cápita crece porque crecen los insumos capital y trabajo o porque crece el nivel de PTF. Para descomponer el crecimiento, elegimos un valor para “b,” construimos series de los insumos de producción y usamos la función de producción y datos de PBI per cápita para “recuperar” el nivel de PTF como un residuo.

Todo muy lindo, pero, como siempre, el diablo está en los detalles.

Comencemos con el parámetro “b.” Aquí el debate está resuelto: elijo b=0.33. (Si no me creen, consulten Gollin 2002 o Blanchard y Gurkaynak 2002.) El resto es construir las series de los servicios del stock de capital y la mano de obra. Comenzaré con el método más obvio: asumo que “K” es el stock de capital por persona y “L” es el número de trabajadores dividido por la población. Para el capital, uso las excelentes estimaciones de Coremberg, Goldszier, Heymann y Ramos (2007). La serie de empleo y producto las tomo del mismo estudio.

Lamentablemente, las series de Coremberg et.al. terminan en 2006. Pero yo estoy interesado en saber que pasa hasta el año 2011. Seré heroico (algunos dirán temerario) y usaré datos oficiales. No se alarmen; también miraré estimaciones privadas. Si aún así no creen en esas cifras, simplemente pueden ignorar los resultados de 2008 en adelante. Para extender el stock de capital, uso el método del inventario permanente y datos de inversión del INDEC asumiendo una tasa de depreciación del 5.5% anual, consistente con las estimaciones de Coremberg et.al.

El siguiente gráfico muestra la evolución de PTF, PBI per cápita, capital per cápita y empleo per cápita desde 1980 en adelante. Todas las variables están normalizadas al valor de 1 en 2002 para apreciar más claramente la severidad de la crisis de 2001-2002 y el “milagro” kirchnerista post-2002. El gráfico nos muestra varias cosas. Primero, que la economía ha tendido a hacerse menos intensiva en su uso del capital. Vemos una tendencia negativa en la relación K/Y que se acentúa desde 2002 en adelante. Segundo, vemos que la relación empleo / población se mantuvo más o menos estable hasta 2002 y subió significativamente desde entonces. Esto refleja el gran aumento de la mano de obra ocupada. Tercero, vemos que hasta 2002, PTF y PBI per cápita tienden a moverse juntos. Sin embargo, desde 2003 en adelante la productividad agregada crece a una tasa mucho menor que el PBI per cápita.

La siguiente tabla muestra tasas promedios de crecimiento (logarítmicas) para diferentes períodos,desde 1980 en adelante. El crecimiento total del PBI per cápita entre 1980 y 2007 fue lamentable, poco más de 0.6 por ciento por año. Esto es, el argentino promedio de 2007 era solamente 20 por ciento más rico que el de 1980. Para poner este número en contexto, pensemos que el habitante promedio de Corea del Sur multiplicó su ingreso por 4.5 en el mismo período. Una diferencia brutal.

Volviendo al período que nos interesa hoy, la tabla también nos muestra el gran crecimiento del PBI per cápita y de PTF desde 2003 en adelante. Nuevamente, para poner la tasa de crecimiento de PTF en contexto, la evidencia internacional nos muestra que es extremadamente difícil mantener tasas de crecimiento de PTF por arriba del 2.5 por ciento anual por períodos prolongados de tiempo.

El lado derecho de la misma tabla nos muestra la descomposición del crecimiento del PBI per capita de acuerdo a la fórmula anterior. Los tres componentes suman al valor del crecimiento del PBI per cápita. Consideremos primero el período 2003-2007. Como vimos, la economía se hizo menos intensiva en capital, por lo que el crecimiento cercano al 7 por ciento tiene que haberse dado o por una suba de PTF o por una suba grande del empleo. La contribución de esos dos términos fue grande y prácticamente idéntica, del orden del 4.6 por ciento por año. Los números para el período 2003-2011 nos muestran una contribución un tanto menor del empleo y mayor de PTF.

Resumiendo, este ejercicio nos muestra que, a pesar que la economía se hizo relativamente menos intensiva en capital, hubo un gran crecimiento de PTF y de la mano de obra que explica el alto crecimiento del PBI per cápita. Como mencioné, esa tasa de crecimiento de PTF, si se puede mantener, puede ser calificada de “milagrosa.”

Pero, como mencioné arriba, el diablo está en los detalles. La serie de PTF se obtiene como residuo, por lo que si medimos mal el insumo capital o trabajo, mediremos mal el nivel de productividad. El ejercicio anterior ignora dos aspectos fundamentales en nuestra historia reciente. Primero, que durante la crisis de 2002 hubo una gran capacidad ociosa en la industria. Segundo, los empleadores y trabajadores no solo ajustan el nivel de empleo, sino también la cantidad de horas que trabajan. La figura 2 muestra las horas trabajadas promedio por empleado y dos índices de capacidad utilizada en la industria. (La serie corta de capacidad utilizada son datos del INDEC y comienza en 2002. La serie larga es de FIEL. Los números son bastante distintos, por eso elijo poner las dos series.) Como vemos, hay un gran incremento en la capacidad utilizada y el  número de horas trabajadas por trabajador, por lo que es de esperar que PTF esté mal medido.

De este modo, construyo series nuevas del insumo capital que tienen en cuenta que no todo el capital se utiliza, y una serie nueva de insumo trabajo que consiste en multiplicar el número de empleados por la cantidad promedio de horas trabajadas y dividir el resultado por la población. La siguiente tabla nos muestra los resultados con estos cambios. Primero, el insumo trabajo crece más que en la tabla de arriba. Esto refleja que no solo subió el empleo, sino también las horas trabajadas por persona. Segundo, al disminuir la capacidad ociosa, el insumo capital también sube más que en el método anterior. Esos dos efectos implican una tasa de crecimiento de TFP sustancialmente menor. TFP creció, entre 2003 y 2007, a un promedio de 1.2 por ciento anual si usamos los datos de FIEL, y al 0.3 por ciento anual si usamos los datos del INDEC. Esos números están lejos del “milagroso” 3.1 anterior.

En el lado derecho de la tabla vemos la contribución al crecimiento de los factores de producción y de TFP. Nuevamente, la contribución de TFP durante 2003-2007 cae de un asombroso 4.7 por ciento al mucho  más modesto 1.8 (datos de FIEL) o 0.5 por ciento (datos del INDEC). La mayoría del crecimiento se da ahora por un incremento del insumo trabajo (potenciado por más horas trabajadas) y una mayor tasa de utilización del capital.

Con respecto al período 2003-2011, los datos oficiales sugieren una aceleración del crecimiento y de la contribución de TFP principalmente desde 2008 a 2011. Si bien esos números son menores a los vistos en la Tabla 1, no son despreciables (especialmente el construído con datos de FIEL).

Sin embargo, muchos consultores privados y académicos juran que los datos del INDEC no son confiables (Eduardo Levy Yeyati nos dice acá que, de 2007 a 2011, la diferencia acumulada entre el crecimiento real y el publicado por el INDEC es del 14%). Una manera indirecta de inferir la manipulación de datos es comparar “consensus forecasts” al mes de diciembre de cada año con el dato oficial para el mismo año. (Los consensus forecasts son la predicción promedio entre un grupo de más de 20 analistas privados sobre las tasas de crecimiento del producto, inversión, etc.) Comparé las predicciones de 2004 a 2007 con los datos oficiales y las diferencias son menores. Desde 2008 en adelante, las diferencias se tornan muy notables. Para tratar de ajustar este problema, reconstruí series de PBI per cápita e inversión usando los datos de consensus forecasts. Los resultados están en la siguiente tabla.

Como vemos, la tasa de crecimiento del producto y de PTF en el período 2003 a 2011 es mucho menor con los datos ajustados que con los datos oficiales. Del mismo modo, cae la contribución de PTF al (menor) crecimiento del producto.

¿Qué aprendemos con todo esto además de usar hojas de cálculo? A primera vista, el crecimiento durante la época kirchnerista parece ser dado por incrementos notables de productividad. Sin embargo, cuando empezamos a ser más detallistas en la construcción de los insumos de producción, notamos que hubo un gran incremento en las horas trabajadas y en la capacidad utilizada desde 2003 en adelante. El crecimiento “milagroso” de la productividad deja de ser tal, para bajar a valores que distan de ser notables.

Que quede claro, la disminución de la capacidad ociosa y el incremento del insumo trabajo (principalmente debido a la fuerte caída del desempleo) son acontecimientos buenos. Pero ese crecimiento sin fuertes incrementos en la productividad no es sostenible: la capacidad utilizada no puede superar el 100 por ciento, el empleo no puede superar el total de personas en edad de trabajar, y es difícil que suban mucho más las horas promedio trabajadas (aunque no imposible). En conclusión, pareciera que el “efecto rebote” post-crisis es la explicación más plausible, y que, de no mediar incrementos sostenidos en la productividad, el “milagro” kirchnerista se desvanecerá.

Notas:
[1] Nota a los lectores familiarizados con la descomposición de Solow (dY = dA + b dK + (1-b) dL): la descomposición de Hayashi-Prescott tiene mejores propiedades teóricas. El modelo de crecimiento neoclásico implica que, en un estado de crecimiento estable, K/Y y L no cambian. De modo que todo el crecimiento viene dado por aumentos de PTF. La descomposición de Hayashi-Prescott captura esta característica del modelo neoclásico. La descomposición de Solow no: en un estado de crecimiento estacionario, el stock de capital per cápita sigue creciendo por lo que parte de la contribución de PTF estará escondida en el crecimiento del capital.

Referencias

Bernanke, Ben and Refet Gurkaynak. 2002. Is Growth Exogenous? Taking Mankiw, Romer, and Weil Seriously. NBER Macroeconomics Annual 16.

Coremberg, Ariel, Patricia Goldszier, Daniel Heymann y Adrián Ramos. 2007. Patrones de la Inversión y el Ahorro en la Argentina. Macroeconomía del Desarrollo, CEPAL. No 63.

Gollin, Douglas. 2002. Getting Income Shares Right. Journal of Political Economy, vol 110, no 2.

Hayashi, Fumio y Edward C. Prescott. 2002. The 1990s in Japan: A Lost Decade. Review of Economic Dynamics, vol 5, Issue 1.